Santiago, 31 de octubre de 2006 - 2 de noviembre de 2006.
El viaje hacia Melipilla transcurría con pocas palabras. Es que los nervios y las ansias estaban allí. A tan poco del partido esperado ya no había mucho que decir, pero sí mucho que desear.
Para entonces ya había pasado una semana llena de ansiedad e inquietud. Las circunstancias habían hecho que un partido que de por si prometía se transformara en un duelo decisivo. Un imperdible, un partido que prometía ser memorable. Y que mientras llegaba provocaba que el pensamiento se concentrara en él, cuál huracán absorbiéndolo; que las noches se hicieran interminables y que no hubiera ni sueño ni hambre. Que los nervios hicieran reír por lo bajo, y que pasaran frente a los ojos los datos, las posibilidades, ese "y si ganamos"... Incluso no era extraño sorprenderse gritando solo, como si ya se estuviera ante la cancha.
Felipe me había prestado el "The Clinic", pero apenas le eché una hojeada; la inquietud me impedía leer. Pasado el peaje aparecía Melipilla. En la radio ya a esa hora, las 15:00, transmitían acerca del partido. Mientras íbamos por Vicuña Mackenna se escuchaban los testimonios de los hinchas del Lota, que habían llegado temprano a la ciudad de los cuatro diablos. Pocos autos y poca gente circulaban: Entre el Súperclasico y el partido al que nos dirigíamos, seguramente la gente se comenzaba a guardar para ponerles atención.
Avanzando por Pardo las casas de adobe nos daban la bienvenida. Arriba del bus los hinchas del Lota eran mayoría, y con algunos de ellos comentábamos lo que estaría pasando en Chillán y otras cosas para distender. Al llegar a Benítez el bus se detuvo. Una masa de hinchas lotinos, que realmente llegaron en tropel al Municipal melipillano, intentaba entrar al estadio. A lo lejos, en lo más alto de la galería oriente, se veían algunos hinchas melipillanos. El bus tomó un desvío para llegar al Rodoviario, y por Ortúzar se veía llegar otra marea, esta vez la de los hinchas de blanco y azul. Al parecer llegar una hora y media antes no había sido una medida exagerada.
Bajamos en el Rodoviario y entonces llamé al hombre de las entradas. Todo listo; nos estaba esperando por la puerta donde entran la ambulancia y los bomberos. Se sentía la efervescencia de la gente mientras cruzábamos, y allí, al frente, un hombre de jockey y maleta (sin ser "el hombre del maletín") levantaba la mano para decir que ya me había reconocido. Hechas las presentaciones varias, había que arreglar el tema de las entradas. Tres de los que habíamos subido al bus se nos separaron: entraban por Benítez. Los cuatro que éramos desde ahora en adelante entramos por la puerta chica de Ortúzar, y acordamos ponernos en la oriente a pesar del sol, sólo porque la presencia de la barra lo haría más entretenido. Después nos daríamos cuenta que no nos habíamos equivocado, y que además el sol no iba a ser una gran molestia. La fuerza del viento, que corrió toda la tarde, anuló los efectos del astro rey.
Nos ubicamos cerca de la barra, ahí en "la popular", lo suficientemente alto para ver bien el partido. Para lo que faltaba más de una hora. Amenizaba el ambiente la música del recuerdo, y con el Memo nos acordábamos de todas esas canciones de Buddy Richard y los Hermanos Zabaleta, que no corresponden al típico repertorio del "DJ" (término que nos hizo acordar cómplicemente de una canción de nuestro ídolo con quien me acompañaba a la derecha) del Municipal melipillano. Pero pronto volvió a la normalidad, con cumbias. El hambre comenzaba a hacer algo de efecto, y para entonces desenfundamos los sanguches y las galletas, a fin de engañar al estómago.
Después del "mange", el aliento. Los lotinos comenzaron a hinchar, obviamente molestando a la barra melipillana, y no tardamos en responder. Los hinchas de siempre gritaban cuando se extendió la camiseta gigante de los Meliadictos, esa que con tanto orgullo se ha presentado en otras canchas. Y estábamos en esa cuando de pronto baja algo por la galería. ¡La bandera gigante! Con entusiasmo, aunque la primera vez sin entender mucho lo que pasaba, la gente -entre la que me incluía- fue bajando la bandera y agitándola con entusiasmo, aplaudiendo cuando se replegó. Aquella bandera gigante nos garantizaba entretención para el partido.
Partido para el que no faltaba mucho. Nostalgia miraba a la gente, curiosa por el ambiente de estadio, Memo y Zaldee ya estaban con los audífonos en las orejas, y yo que de puro ansioso no quería poner la radio para escuchar los avisos de Supermercados Romanini y Emelectric que ya me sé de memoria, y que me desafíen a cantarles los "jingles" promocionales. Prefería pasar los nervios en silencio, con el ruido del viento y de los cánticos. Mientras, nos divertíamos viendo a Traverso y compañía hacer el calentamiento moviendo los pies para un lado y para el otro. Miraba para los lados y veía lo increíble: gente de pie. Y mucha. Me recordaba las imágenes del "Federico Schwager" con la gente tras esos pasillos de rejas y yo en la semana diciendo "no, aquí no se puede poner gente de pie". Ahí estaban. El público había desbordado las expectativas, restando varios minutos para el partido. Cuando faltaban unos veinte minutos prendí la radio y saqué la libreta de notas. Todo listo, y sólo faltaba el pitido inicial.
Primero salieron los lotinos, encabezados por su típico minero, que recordaba haber visto la semana pasada en "Pelotas". Y después, ¡Deportes Melipilla! Gritamos para recibirlos y yo agité mi bandera, pero pronto los gritos se callaron. Es que el polvo blanco de los extintores nos cubrió, pero pocas veces he quedado empolvado con más felicidad. Bajó de las alturas la bandera gigante y la agitamos entre gritos y saltos, para alentar a un equipo que lo necesitaba. Pasado el humo y subida la bandera nos sentamos. Comenzaba el partido.
Pronto los nervios que mostraba Deportes Melipilla en la cancha se me transmitieron, y las chuchadas se hicieron proporcionales a los errores que mostraba el equipo de mis amores. Recuerdo haber desatado la hilaridad de mis amigos con una larga serie de chuchadas que le eché a un lotino que fauleó a uno del Potro cerca de la galería visitante: un verdadero rosario de improperios que me hizo darme cuenta de que debía guardar algo de calma. Calma que era difícil mantener con los goles que se perdía Lagunas, y con los que Lota dejaba pasar. Era la primera mitad y terminaba a cero. Y yo pensaba que nos iba a pasar lo mismo que en todos los partidos anteriores.
De todos modos al salir de nuevo el equipo me levanté agitando mi bandera y grité para animarles, aunque no me oyeran. Las plegarias de la semana fueron escuchadas, pues, al parecer, la bondad alcanzaba como para regalarle un triunfo a los hinchas melipillanos, a los de siempre y a los de ocasión. Una jugada inentendible, pero daba lo mismo. Cuando el defensor lotino la sacaba desde dentro nos mirábamos con una cara de "entró, ¿cierto?". Y Osses señalaba el centro de la cancha, y los jugadores de Melipilla atinaban a abrazarse. ¡Era gol! ¡Sí, era gol! ¡Gooooooool! ¡Me-li-pi-llla, Me-li-pi-lla! ¡Qué se pare Melipilla! Gol, sí, ¿qué importaba cómo? Era para sonreír, para gritar, para agitar la bandera al viento respondiéndole a Pericás y a los jugadores que llamaban a alentar.
Ahí despertó el equipo y despertó la alegría. Pero faltaba más. Mientras me imaginaba al frente a Mauricio y a Luis en silencio acá nos recuerdo ante un córner de Johan Fuentes gritando como en el circo romano "¡gol! ¡gol! ¡gol!". Y llegó el otro gol. Un golazo. Pericás le hizo todo el honor a su apodo, y de haber estado el Reno ahí le habría dicho "¿viste que era Maestro?". Nostalgia sabe cómo festejé ese gol, ese gol que me hizo saltar frenéticamente sobre el tablón, aún a riesgo de caerme. ¡Gooool! ¡2-0, ahora sí, ahora sí que parecía listo! Y cómo no creerlo, si en la cancha veía al fin al equipo ese que ganó tantos partidos; al que me tocó más escuchar que ver, porque perdió con Curicó, con Magallanes no jugó a nada, y con el mismo Lota casi termina provocándome un infarto. Ahora sí, y se ganaban unos ¡óle! entusiastas, y yo me emocionaba porque era la primera vez que veía algo así; porque para 2004 recién estaba recuperando la afición, y para el 92 era muy chico y mi abuela aún no me hablaba de este equipo, aún no me presentaba al señor de las banderas, ni íbamos solitarios yo, ella y mi padre a una tarde en Santa Laura, con menos gente que en reunión del Partido Liberal y ahí, sin nadie alrededor, vimos jugar a ese equipo de blanco y azul.
Se acercaba el momento. Allá en la norponiente, donde la primera vez que fui al Roberto Bravo Santibáñez tuve que aguantar un tiempo, porque entonces no sabía que el papá del Memo siempre llega atrasado a los partidos, el silencio se sentía. Acá el carnaval estaba a punto de desatarse. El pitido no hizo más que dar la señal de inicio. ¡Melipilla en Primera! era el grito, y allá lejos, en la banca, los de rojo se fundían en un abrazo. La gente que fue acumulándose tras el tablero marcador, ese mismo que antes del penal aquel domingo de invierno había cambiado sin que se hubiera metido el gol, salió corriendo hacia la cancha. Encabezados por la bandera a cuadros con los potros azules, más orgullosa que nunca, se acercaron a los jugadores, los que habían logrado todo esto. Los que hoy reemplazaban los recuerdos de ese globito de la U. de Conce, del mal arbitraje ante la Católica, de la liguilla que se sentenció en Rancagua, con una alegría que era fin y comienzo de un sueño.
Bajó la bandera gigante una vez más, flameando con más entusiasmo que nunca. Luego vinieron a saludar, emocionados. Los aplaudimos de pie los cuatro, mirando su emoción. El flaco Medina, aquel de la entrevista en la "Triunfo" que traía un papel adhesivo con mi nombre, parecía un cabro chico subido en la reja, gritando, recordando seguramente a su hijo. Franco Cabrera se creía el jefe de la barra y se había apoderado de la bandera con los potros, haciéndola flamear. Flameaban todas las banderas blanquiazules, el viento agitaba a los caballitos mientras a lo lejos las visitas comenzaban a partir. Abracé a los muchachos, a la muchacha, por la compañía, por la alegría, por el bendito momento. Los jugadores se iban, pero se decidieron a dar la vuelta, y volvieron los gritos y pobres de los que se hubieran ido antes, porque ¡es un carnaval, es un carnaval, es un carnaval, Melipilla es inmortal!, y era inmortal, más que nunca, al menos para mi; el viaje, la plata gastada, el año y un poco más en el blog, las dos horas y media cada domingo y luego quedándose a escribir en el computador, todo había valido la pena.
Finalmente se fueron a cantar con Musrri en los camarines. Nos sacamos algunas fotos más, y fui sincero. No me quería ir. Pensé en ir a la Plaza, pero ya era tarde, y la ciudad donde nadie comprendería la camiseta que llevaba puesta me esperaba, nos esperaba. Eché unas miradas al "Roberto Bravo" para no olvidar nunca más, con nostalgia y una alegría que se irradiaba. Salimos a Ortúzar y me animé a agitar la bandera, en medio de algunos bocinazos, algunos de ellos respondiéndome. Era una fiesta. El papel blanco llenaba la galería oriente, pero ahora la veíamos a lo lejos, desde el Rodoviario. Ya en el bus, la radio nunca habló de nuestro triunfo, y sí del Colo con la U. No importaba nada. Ahí había estado, para verlo. Para no olvidarlo nunca más.
Como en aquel "Cosas del fútbol" que tiene su espacio bien ganado en mi repisa, es la hora de los agradecimientos. A Gonzalo, que me hace propaganda, me contactó, y me advirtió que no pusiera su foto en el fotolog. A Patricio, que no se hizo problemas en comprarle 8 entradas a este individuo y en interrumpir su labor para salir a dejármelas. A Juan Carlos, con quien nos quedamos mandándonos mails algunas madrugadas, de esas en que apenas se podía dormir. A Mauricio, por todas las nerviosas charlas de la semana, y especialmente por el gesto que tuvo al despedirnos. A Badir, que se aguantó las lágrimas para sacarme unas fotos, que pondré en los próximos días. A Andrea, porque otra podría con justa razón haberme exigido pasar aquellas horas en otra parte, pero ella no; partió al estadio conmigo. A Memo y Zaldee, que fueron unos hinchas más y salieron de Santiago en esta aventura extraña. A Diego, que me llamó "colega hincha" cuando me escribió, siendo que más nunca que tarde puedo ir a un partido. Y a mi madrina que, como se lo escribí, sin ella yo no hubiera estado ahí.
Desde la capital de Chile, un hincha de Deportes Melipilla,
Eduardo Peñailillo.
jueves, noviembre 02, 2006
¡Melipilla a Primera! (Crónica de un hincha)
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5 comentarios:
Ojalá que ganen en Curicó. Me da lo mismo que se lleven la copa. Es que el Vial requiere de dos milagros, jajaja
Felicidades
EDUARDO:
NUEVAMENTE TE FELICITO A TI Y LA GRAN COMUNIDAD MELIPILLANA, FDELICITARTE POR EL TRABAJO EXPUESTO Y LA DEDICACION EN EL BLOG , TODO ESTO REFLEJA EL AMOR Y CORAZON POR TU CLUB. EN LO PERSONAL AUN REPONIENDOME DE LA VERGONZOSA DERROTA Y DEL PORRAZO DEL DESPERTAR DE UN BONITO SUEÑO, ESE SUEÑO QUE SE MATERIALIZO PARA UDS, YA TAN SOLO NOS QUEDA LUCHAR POOR LA PROMOCION Y ESPERO QUE ESTA VEZ DEMOS DURA BATALLA. NUEVAMENTE FELICITACIONES Y A CUIDAR EL ASCENSO , ME GUSTARIA MUCHO VOLVER A VER UN LOTA -MELIPILLA ESTE OTRO AÑO EN PRIMERA DIVISION,
MAURICIO
HINCHA DE LOTA SCHWAGER
Felicitaciones Eduardo, excelente tu crónica, que a uno lo hace sucumbir frente a la emoción.
Sabemos que este triunfo es de muchos, del plantel y cuerpo técnico, de los dirigentes aunque no todos trabajaron, pero sí dejaron trabajar a los que tenían ganas. Y principalmente los hinchas, quienes entregamos la retro-alimentación necesaria para que el plantel se nutra y agregue a su profesionalismo los sentimientos necesarios para lograr sus objetivos.
También, destaco a Diego y a Patricio junto a tí, porque cada uno desde su posición han hecho un gran e incondicional esfuerzo que se ve coronado con este ascenso.
Tampoco puedo pasar por alto a Patricia, que siempre estuvo dispuesta a organizar lo viajes, y aunque quedaramos en "panne", con vidrios rotos, gracias a ella la hinchada pudo llegar a donde al potro le tocaba galopear.
Un Abrazo y un saludo.
CuatroDiablos
Recuerdo cuando hablamos una noche y propusiste ir al estadio a modo de ¿'impulso nervioso'? Fue como a fines de Agosto o principios de Septiembre, ¿te acuerdas? Llegamos a un acuerdo, iríamos a Melipilla el 29 de Octubre. No tienes por qué agradecer ni nada por el estilo, nadie me obligó a meterme entre tanto hincha desesperado y esperanzado a la vez xD
Nah, al final ganaste! y celebraste.
Luego acá, mientras mi papá veía las noticias, sale mi hermana y grita "ahí estuvo la Andru!!" cuando mostraron el triunfo/ascenso...jaa xD!
Fue un buen domingo.
Gracias a tí por invitarme.
Dios, aún recuerdo lo congelada que estaba al terminar el día, me dolían hasta las manos o_o pero eso es ya otro cuento.
Cuidate!
Y puedes seguir celebrando hasta cuando quieras ;D
VENAGAN CON CUIDAO
Y TRAIGAN CAMARAS
PA SACARNOS FOTOS, QUE AL AGUANTE QUE HAY NO LO VEN EN OTRO LAO
VENGAN TRANKILITOS Y NO SE LES OCURRA METERSE CON UN CURICANO, PQ ESE SERA EL FINAL DE SU BARRITA DE COLEGIO
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